En la vida, muchas veces creemos que amar significa entregar sin medida: tiempo, detalles, esfuerzo, hasta partes de nosotros mismos que no deberíamos perder. Sin embargo, hay algo que debemos entender: no importa cuánto des, si la otra persona no está lista para recibirlo, o simplemente no eres a quien quiere recibirlo, ese esfuerzo nunca será suficiente.
Esto no significa que debas dejar de dar lo mejor de ti. Significa que debes aprender a valorar dónde y a quién entregas tu energía. La entrega auténtica florece cuando es correspondida, cuando ambas partes construyen y se reconocen. Dar por dar, sin reciprocidad, solo vacía.
El verdadero amor, ya sea de pareja, amistad o incluso contigo mismo, se trata de reciprocidad y conexión. No consiste en suplicar ser suficiente, sino en reconocer tu propio valor y encontrar a quienes lo aprecien sin condiciones.
Así que recuerda: tu entrega es valiosa, pero no se mide por cuánto insistes, sino por dónde la siembras. Da con el corazón, pero nunca olvides darte también a ti.
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